Hay un imperativo que por sí solo arrasa con cualquier ejemplaridad: RACIONALÍZALO.
Y es que la sola razón tiene las mismas consecuencias que la Fe sola. Destruye lo que toca. Eso es la nación política: Razón sola. Madre puta del irracionalismo campante y triunfante por todos los rincones de España.
Si bien la sola razón lo destruye rompiéndolo tras congelarlo. La Fe sola lo destruye consumiéndolo tras quemarlo.
La diferencia entre ambas estriba en el sadismo lento de la sola razón frente a la crueldad rápida de la Fe sola.
Un ejemplo palmario de esto lo encotramos en el regreso de todos los franceses a su condición monárquica , gracias a la autocoronación por la propia mano de ese gran revolucionario , revolucionario que trató de convertir eso que llaman revolución en algo razonable , en lugar de fidelizable. Napoleón Bonaparte. El nacionalpoliticista siempre lo reseñará como evidencia de la irracionalidad de la monarquía por racionalismo bonapartista. Pero ¿ terminó el racionalismo coronado de Napoleón con la monarquía?
Comparemos la autocoronación de Bonaparte con la coronación de Clodoveo por San Remigio, mimetizada siglos después por Carlomagno y el Papa León III. Clodoveo a finales del siglo V, Carlomagno en el principio del siglo IX. Él juramento explicita por sí mismo que Francia pudiera ser llamada la cristianísima: Dobla la cerviz, fiero sicambro, quema lo que has adorado y adora lo que has quemado.
Y ahora pensemos en los fastos que acompañaron la coronación del follaviejas de Macron. Un fracaso del racionalismo, claro. Pero también son precauciones contra el fuego fideísta. Razón y Fe van de la mano. Allá donde hay política habrá dos y no las habrá solamente en las instituciones. Habrá dos en todas partes. Y si no, gendarmería sola.